viernes, 19 de marzo de 2010

L'espill

¿Que poder hipnótico tienen los espejos que nos paralizan dejándonos pensativos frente a nuestro reflejo?
Quizá la clave esté en ese empeño por reconocer en la imagen que nos devuelve al tipo que convive con nosotros, que comparte los perjuicios de nuestras decisiones, la recompensa de nuestros aciertos.

Andaba en uno de esos centros comerciales en los que las escaleras mecánicas nos empujan a los cielos del consumo y el dos por uno, como un autómata embarcado en una cinta transportadora de una cadena de montaje surrealista, me descubrí mirándome en el espejo que había al lado, encontrando en él el reflejo de un tipo que me acompañaba en la subida y que pretendía ser yo. Miré a mí alrededor y contemplé a mis compañeros de escalera en situación similar.

Pero su poder de atracción no sabe responder sólo al disimulo que reside en todos nosotros, a veces nuestra propia vida parece ser el reflejo mismo, y no la realidad propietaria del modelo original cuya luz rebota en el espejo. Y los días parecen ser una imagen distorsionada, un lugar gris al que le han robado noches de marzo y en el que el color de nuestra risa adquiere tonos sepia.

En definitiva, a veces uno no se reconoce en el espejo. Quizá por eso es necesario acordarse de vivir, recordar que uno merece otra instantánea congelada en la superficie del cristal que copia nuestro gesto. Porque somos otros, mejores, radiantes como ciertas mañanas soleadas, eternos como el abrazo a un amigo en una despedida para siempre.

Hay que afrontar la mirada impertinente del reflejo y encajar sus golpes con determinación. Porque la vida no es sólo encajar golpes, es mirar al futuro con esperanza. Y, de vez en cuando ser feliz, qué diablos, que ese es el propósito.

(Extirpado y modelado de textos de I. Serrano)

http://lawebdelyovic.blogspot.com

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